miércoles, 7 de enero de 2009

la verdad, B. Brecht

Cinco obstáculos para decir la verdad. 1934 Bertholt Brecht.

Quien hoy día quiera luchar contra la mentira y la ignorancia y escribir la verdad, tiene que superar al menos cinco obstáculos. Debe tener el valor de escribir la verdad, a pesar de que en todos sitios se reprima; la perspicacia de reconocerla, a pesar de que en todos sitios se encubra; el arte de hacerla útil como un arma; el buen criterio para elegir a aquellos en cuyas manos se haga efectiva; la astucia de propagarla entre ellos. Estos escollos son considerables para aquellos que escriben bajo el régimen fascista, pero también existen para aquellos que fueron perseguidos o huyeron, e incluso para aquellos que escriben en los países de la libertad burguesa.

El valor de escribir la verdad. Parece evidente que el escritor ha de escribir la verdad, en el sentido de que no ha de reprimirla o silenciarla y de que no debe escribir nada que no sea verdad. No debe doblegarse ante los poderosos, no debe engañar a los débiles. Por supuesto que es difícil no doblegarse ante los poderosos y en cambio muy ventajoso engañar a los débiles. No agradar a los potentados significa renunciar a la propiedad. Renunciar al pago por trabajo realizado supone, según los casos, renunciar al trabajo, y rechazar la fama entre los poderosos implica muchas veces rechazar la fama enteramente. Para ello hace falta valor.

Las épocas de represión extremas son casi siempre épocas en las que se habla de cosas grandes y sublimes. Hace falta valor para hablar en esas épocas de cosas tan pequeñas y mezquinas como la comida y la vivienda de los trabajadores, en medio de tantas voces que gritan que lo importante es el sentido de sacrificio. Cuando se colma de honores a los campesinos, es una muestra de valor hablar de máquinas y piensos baratos que pudieran facilitarles su tan loado trabajo. Cuando todas las emisoras gritan que es mejor un hombre sin conocimientos ni formación que uno que sabe, entonces es una muestra de valor preguntarse: ¿mejor para quién? Cuando se habla de razas perfectas e imperfectas, es una muestra de valor preguntar si el hambre y la ignorancia y la guerra no generan grandes deformaciones. Del mismo modo hace falta valor para decir la verdad sobre uno mismo, sobre el vencido. Muchos de los que son perseguidos pierden la capacidad de reconocer sus fallos. La persecución les parece la mayor de las injusticias.
Los perseguidores son los malvados, puesto que son los que persiguen; ellos, los perseguidos, son perseguidos a cuenta de su bondad. Pero esa bondad ha sido vapuleada, vencida y prohibida, y era por lo tanto una bondad débil, una bondad mala, efímera, nada fiable. Porque no es posible asignarle a la bondad la debilidad, como a la lluvia su humedad.
Para decir que los buenos fueron vencidos no porque eran buenos, sino porque eran débiles, para eso hace falta valor.
Por supuesto, hay que escribir la verdad combatiendo la falsedad y no puede ser algo general, sublime, ambiguo. La falsedad es precisamente de esa manera general, sublime, ambigua. Cuando se dice de alguien que ha dicho la verdad, es que algunos o muchos o uno de los otros han dicho algo distinto, una mentira o algo general, pero él ha dicho la verdad, algo práctico, real, irrefutable, dando justo en el clavo.


Hace falta poco valor para lamentarse en general por la maldad del mundo y el triunfo de la brutalidad y amenazar con el triunfo del espíritu, en una parte del mundo en el que esto aún está permitido. Y entonces muchos actúan como si hubiera cañones apuntando sobre ellos, cuando lo único que les apunta son unos anteojos de teatro. Proclaman a gritos sus exigencias de tipo general a un mundo de amigos de gente insignificante. Exigen una justicia global en pro de la cual jamás han hecho nada, y una libertad universal para conseguir una parte del botín que durante tanto tiempo han tenido que compartir. Sólo consideran verdad lo que suena bien. Y si la verdad es algo numérico, seco, real, algo que cuesta trabajo encontrar y que requiere estudio, entonces para ellos no es verdad ni nada que les ponga en trance. No tienen más que el comportamiento aparente de aquellos que dicen la verdad. Lo miserable de ellos es que no saben la verdad.
(fragmento)

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